Índice de entradas

Índice de entradas:
1. Introducción.
2. Comprar menos cosas es mejor. Menos cosas, pero de buena o aceptable calidad.
3. Comprar cosas producidas más cerca: menos transporte y/o menos cámara frigorífica es mejor.
4. Comprar productos de temporada cercanos: sin cámara frigorífica o menos cámara es mejor.
5. Menos coche: coche menos pesado, menos caballos, menos velocidad, menos kilómetros, menos acelerones.
6. Mejor: alquilar por minutos pequeños coches eléctricos en algunas ciudades.
7. Comer menos carne (carne, pollo, pescado). Mejor: no comer carne, pero sí alimentos que contienen proteínas vegetales. Y vitamina B12 de origen NO animal.
8. Menos barbacoas, menos quemas, menos negligencias, menos fuegos. Causar un incendio, aunque sea involuntario, puede costarte mucho, incluso ir a prisión.
9. Menos climatización. La paradoja de demandar 26ºC en invierno y 20ºC en verano.
10. Menos productos químicos de limpieza.
12.Consumir mucha menos energía (y dinero) cambiando nuestros viejos cacharros. Algo sencillo: cambia tus bombillas a LED. Algo más gordo: hemos sustituido, casi gratis, nuestra antigua caldera comunitaria por una de condensación de gas natural. 14. Comer un poco menos, comer un poco mejor, andar un poco más: la dieta con sentido común. Salud para tí, ahorro para tu cuenta, beneficio para el planeta.
15. Menos deforestación. Siembra y planta árboles con mi otro blog: http://plantararboles.blogspot.com

viernes, 16 de agosto de 2024

Introducción.


Todos y cada uno de nosotros, a nivel individual, sin esperar a lo que hagan los demás, podemos hacer mucho para frenar el cambio climático. Qué puedo hacer yo, aparte del apagar luces y motores encendidos innecesariamente, en mi casa o en mi centro de trabajo, de cerrar grifos, de poner los electrodomésticos a plena carga y máxima eficacia, de aislar mi vivienda y cerrar o regular a la baja los radiadores en vez de abrir ventanas (también en mi trabajo), de reducir el uso de bolsas y envases de plástico, de reutilizar todo lo reutilizable por mi mismo o por terceras personas, de reciclar absolutamente todo en vez de tirarlo directamente a la basura.

Los gobiernos del mundo y las grandes instituciones y asociaciones deben tomar medidas importantes a fin de detener o minimizar el cambio climático. Pero eso no nos exime a los particulares para que actuemos en la parte que nos corresponde. En primer lugar, asociándonos y presionando a aquéllos para que pongan en práctica todo lo acordado en las cumbres y congresos internacionales, pero también actuando en nuestra vida diaria de una forma más responsable. Porque no podemos fiar la resolución de este problema solo a que las altas instancias actúen. ¿Y si no lo hacen o lo hacen tarde o se quedan cortos?

Es tal el derroche, despilfarro y consumo desmesurado, que sin renunciar a (casi) nada, podríamos hacer mucho para aliviar la enorme presión a la que sometemos al planeta. De una manera sencilla, sin que tengamos que leer complicados estudios, solamente aplicando el sentido común y los más elementales principios de la Economía, ciencia que trata de satisfacer las necesidades humanas con recursos escasos y ajustados a cada necesidad. Se trataría de ir hacia un consumo sostenible, seleccionando proactivamente y de manera reflexiva qué y cuánto compramos, de dónde procede, cómo lo usamos. La humanidad no puede seguir igual. El planeta no soportará tanta carga. Porque, además, los habitantes de los países emergentes aspiran a ser consumidores como nosotros.

Cuando estamos enfermos y, en especial, si tenemos alguna indisposición en el aparato digestivo, tenemos buen cuidado de qué ingerimos y en qué cantidad, hasta alcanzar la situación de equilibrio anterior. De la misma forma, deberíamos preocuparnos por el trato que damos al planeta que habitamos. No podemos seguir arrojando al aire, a la tierra y al agua de ríos, lagos y mares, ni en grandes ni en pequeñas cantidades, basuras y deshechos de todo tipo, ni humos ni gases contaminantes (incluso tóxicos). Ni productos químicos de uso doméstico, agrícola, ganadero o industrial, que utilizamos muchas veces a mansalva, sin dosificarlos escrupulosamente, de tal manera que gastemos solo la mínima (pero suficiente) cantidad posible.

© Enero 2016 José Luis Sáez

jueves, 15 de agosto de 2024

Comprar menos cosas es mejor. Menos cosas, pero de buena o aceptable calidad.

Comprar menos cosas no implica, necesariamente, gastar menos, si esas cosas son de una calidad buena o aceptable. Menos pero mejores.

En la década de los 70 del siglo pasado aspirábamos a comprarnos una camisa polo cada tres años. La compra de un Lacoste o un Fred Perry nos suponía un porcentaje importante de nuestro sueldo mensual por lo que nos lo pensábamos mucho antes de comprar. Pero eran de una gran calidad, duraban años y años sin perder el color ni deteriorarse. Casi formaban parte de nuestra personalidad. Veíamos venir desde lejos a nuestros amigos, los distinguíamos por el color de su polo. Digamos que nuestro ideal era tener 3 polos en el ropero.
Ya a finales del siglo pasado empiezan a llegar, desde países muy lejanos, prendas a precios irrisorios, de tal forma que ahora, por mucho menos dinero, compramos 3 polos al año, en vez de 1 cada 3. Así pues, en nuestro ropero podemos tener 10 polos sin arruinarnos, de los que solo usaremos habitualmente 3 ó 4. Por supuesto son de mucha peor calidad. Incluso algunos de los polos de buena marca que me he comprado últimamente, en buenas camiserías, han perdido su color y forma al segundo año. Lo de perder el color es, por si mismo, sospechoso. Al lavar prendas de mala calidad las primeras veces podemos verter al agua tintes, el apresto y minúsculas partículas de fibras producidas en el corte de las propias prendas. También deberíamos tener en cuenta que esa prendas las llevamos en contacto con nuestra piel.

(Hace unos años leí que un insigne economista, de cuyo nombre no me acuerdo, ponía un ejemplo parecido para explicar la deslocalización de nuestra industria, luego no soy muy original).

Bien, antes teníamos 3 polos y ahora 10. La producción de esos 7 polos de más para cientos de millones de consumidores supone un consumo brutal de materias primas, incluida la energía para su producción y transporte, energía que en su mayoría procede de combustibles fósiles. No es lo mismo fabricar y transportar 30 millones de prendas que 100 millones. Ni 300 millones que 1.000 millones.

Tener en nuestro ropero, digamos que 5 polos, no implica gastar menos si los compramos de mejor calidad, mejor materia prima, mejor acabado, que duren más y conserven bien su color y forma. Al final, el productor inicial puede recibir la misma cantidad vía precio, en vez de por volumen. Menos pero mejor.

Pero este ejemplo lo podríamos extrapolar a casi todo lo que compramos. Hay que ver la cantidad de trapos, zapatos y zapatillas, artilugios, cacharros, mecanismos, juguetes, electrodomésticos que tenemos en nuestras casas, algunos que apenas usaremos, que acabarán en el trastero o en el vertedero.

Escribo estas líneas a principios de Enero, en plena desmesura navideña. En Navidad y Reyes abrumamos a los niños con tantos y tan grandes juguetes, muchas veces de plástico, que colmamos sus habitaciones. Existe una competencia entre abuelos, tíos y demás familia, a ver quién hace el regalo que abulte más.

Compramos de todo, queremos tener el aparato más moderno desechando el que tenemos en perfecto uso. Me llama la atención cuando voy en verano de vacaciones que todo el mundo tiene una desbrozadora con motor a gasolina para cortar cuatro hierbajos que rodean su casa. ¿Dónde quedaron las hoces y guadañas para tan pequeña tarea?

Nos cansamos enseguida de las cosas, que renovamos en plazos muy cortos. Luego nos decimos que lo que hemos tirado era mejor.

Menos es mejor, por lo menos para la salud del planeta. (El arquitecto Mies van der Rohe dijo que menos es más).

© Enero 2016 José Luis Sáez

miércoles, 14 de agosto de 2024

Comprar cosas producidas más cerca: menos transporte y/o menos cámara frigorífica es mejor.

Mi frutero vende en Junio excelentes cerezas a 6 euros el kilo, recolectadas a 250 kms. de donde vivo.

Mi frutero vende en Diciembre excelentes cerezas a 20 euros el kilo, recolectadas en el otro Hemisferio terrestre, a unos 11.000 kms. de distancia.

Si compras, pagas el capricho de comer cerezas en Navidad. Pero esa enorme diferencia de precio también se debe, en gran medida, a los costes del transporte y a los costes de conservación en contenedor refrigerado y, seguramente, en embalajes especiales que ralentizan la maduración, el ablandamiento o el deterioro de las frutas. O sea, a base de gastar mucho combustible y productos derivados del petróleo.

Evidentemente, pocas personas comen cerezas o melón en invierno. Pero el ejemplo ilustra bien el desorbitado gasto de energía en el transporte del comercio internacional. Muchos de los productos no perecederos que compramos han sido transportados desde lugares situados a miles de kilómetros, hasta 11.000 kms. en línea recta: conservas de alimentos, la mayoría de la vestimenta que usamos y sus complementos, textil para el hogar, adornos, electrodomésticos, muebles, incluso coches.

Hay más de 80.000 barcos cargueros en el mundo en casi constante funcionamiento realizando largas travesías, de casi un mes de duración. Algunos son tan colosales que sus enormes motores pueden consumir hasta 100.000 litros diarios de diesel. Sin contar que también hacen el camino de retorno, con poca carga o con los materiales que servirán para fabricar aquellos productos terminados.

Y también hay unos cuántos miles de aviones. Entre aviones de pasajeros y aviones de carga coinciden en el cielo casi constantemente alrededor de 10.000 aviones. El consumo de combustible puede superar fácilmente los 1.000 litros de queroseno por cada 100 kilómetros recorridos por un avión. O sea, para recorrer 11.000 kms., un avión quema más de 110.000 litros de queroseno.

Barcos y aviones cargueros (y trenes y camiones) se seguirán utilizando en este número tan grande si los consumidores no discriminamos lo que compramos en función de la distancia que tienen que recorrer los productos desde sus centros de producción o recolección hasta llegar a nuestras manos. Debemos comprar preferentemente las cosas producidas lo más cerca posible a nosotros. (He visto hace unos días un pijama fabricado a 59 kilómetros de donde vivo). Mejor que sean de nuestra región o país, si no, que sean de naciones vecinas, más cercanas. Dicho sea de paso, si Europa hubiera procurado que parte de la deslocalización de su industria se hubiera hecho en el norte de África, quizá la situación actual sería diferente. Si tus vecinos son más prósperos de lo que son, no vienen a tu país. Y actúan como un colchón de seguridad.

Hasta tal punto debe llegar nuestro afán que, cuando hagamos un largo viaje o estemos de vacaciones, deberíamos consumir el agua (si es buena, que sea del grifo), la cerveza, el vino, la leche, el queso, la fruta, la verdura, etc. de la región en donde estemos. Y si vivimos en pueblos o en ciudades pequeñas seguro que tenemos la oportunidad de consumir quesos, frutas y hortalizas de las huertas de las aldeas cercanas, que han necesitado poco transporte y quizá ninguna cámara de refrigeración.

Cuanto menos transporte y cuanta menos refrigeración menos combustible quemado. Menos es mejor.

© Enero 2016 José Luis Sáez

martes, 13 de agosto de 2024

Consumir productos de temporada cercanos: sin cámara frigorífica o menos cámara es mejor.

Queremos, porque las tenemos a nuestra disposición, comer cualquier fruta y hortaliza durante todos los días del año. Pero si las consumimos fuera de su temporada natural de recolección, habrán necesitado para su conservación cámaras para mantenerlas refrigeradas y a presión y aireación controladas, con el consiguiente consumo de energía eléctrica durante muchas semanas o meses. Incluso, puede que también hayan necesitado ser sometidas a procesos de conservación y ralentización de la maduración mediante aditivos conservantes.

Debemos consumir frutas y hortalizas frescas, sin pasar por cámara o, si lo hacen, que sean cuantos menos días, mejor. Asimismo, deberíamos comer frutas y hortalizas frescas procedentes de huertas cercanas, muchas veces cultivadas con procedimientos más ecológicos. Y comercializadas por cooperativas de consumo comarcales.

Indico a continuación en qué estaciones se recolectan las frutas y hortalizas más comunes. A partir de esas fechas, cuanto más lejano sea el momento del consumo, más gasto de energía habrán requerido para su refrigeración y conservación. Menos cámara frigorífica es mejor.

Los plátanos se recolectan en cualquier época del año.
Los tomates se recolectan durante todo el año dentro o fuera de invernadero. Fuera del invernadero, sólo a final de primavera, en verano e inicio de otoño.
Los pimientos se recolectan en verano y primera mitad del otoño.
El fresón, los dos últimos meses de invierno y en primavera.
Las cerezas, en la segunda mitad de primavera y primera mitad de verano.
Los albaricoques, en la segunda mitad de primavera y en verano.
Ciruelas, final de primavera y en verano.
Sandía, a final de primavera y en verano.
Melón, segunda mitad de primavera, verano e inicio de otoño.
Aguacate, final de primavera, en verano, e inicio de otoño
Melocotón, nectarina y paraguaya, en verano.

Manzanas, capaces de resistir frescas sin refrigeración durante bastantes días:
Manzana Royal Gala, desde mediados de verano y todo el otoño.
Manzana Golden a final del verano e inicio de otoño.
Manzana Starking y Manzana Fuji al inicio de otoño.
Manzana Granny Smith en otoño.
Manzana Reineta y manzana Verde Doncella, en otoño e invierno.

Peras (la pera no espera):
Pera Limonera y Ercolini, en verano.
Pera de Agua o Blanquilla, segunda mitad del verano.
Pera Conferencia, en otoño.

Uva, desde mediados de verano y casi todo el otoño.
Chirimoya, en otoño.
Kiwi, otoño e invierno.
Limón, segunda mitad de otoño, invierno y primavera.
Mandarina, segunda mitad de otoño e invierno.
Naranja, segunda mitad de otoño, invierno e inicio de primavera.


FRUTAS CLIMATÉRICAS:

Son las frutas que siguen madurando una vez recolectadas, gracias a que segregan etileno natural. Por eso se recolectan en su etapa final todavía verdes, evitando así su deterioro en el proceso de recolección y distribución.
Frutas climatéricas son:
aguacate, arándano,
caqui, chirimoya, ciruela,
guayabo,
higo,
kiwi,
mango, manzana, melocotón y albaricoque, melón y sandía,
papaya, plátano y banana, pera.
Y el tomate.

El proceso de maduración se acelera si metemos las frutas climatéricas dentro de una bolsa de papel o las envolvemos en papel, tela o paño, o las ponemos dentro de una cazuela con la tapadera puesta. Así, el etileno no se escapa, concentrándose alrededor de la fruta. Puede juntarse diferentes tipos de frutas.

Frutas no climatéricas, que no maduran una vez recolectadas, aunque sí se ablandan, son: cerezas, cítricos (naranjas, mandarinas, limones, limas, pomelos), frambuesas, fresas, granadas, moras, nísperos, piñas, uvas. Y los pimientos, berenjenas, calabacín y pepinos.

© Enero 2016 José Luis Sáez

lunes, 12 de agosto de 2024

Menos coche: coche menos pesado, menos caballos, menos velocidad, menos kilómetros, menos acelerones.


Uno de los grandes problemas del planeta son los coches: su fabricación y transporte hasta el punto de venta. Y su utilización para desplazarnos, propulsados por combustibles fósiles quemados en el interior de un motor y la consiguiente expulsión de gases sumamente contaminantes al exterior.

Sin renunciar a tener coche podemos hacer muchas cosas para disminuir esa emisión de gases. Aparte de tenerlo perfectamente revisado, empecemos por las cosas más sencillas:

Utilicemos menos el coche. A veces hay alternativas viables: andar en los pequeños trayectos, usar el transporte público, compartir auto.

Conduzcamos por debajo o sin sobrepasar las velocidades legales. Pequeños incrementos en la velocidad aumentan considerablemente el consumo de combustible.

Se puede conducir de manera ágil, y sin embargo suave, sin acelerones que tanto aumentan el consumo, ni frenazos que tanto marean a los acompañantes.

Optemos por itinerarios más cortos. Hagamos menos kilómetros en nuestros viajes y excursiones. Vamos a disfrutar y conocer algo en concreto (una ciudad, un paisaje), no deambulemos por toda la región como culos de mal asiento, mareando a nuestros pasajeros e incrementando las situaciones de riesgo.

Compremos coches más pequeños, con menos peso, menor consumo de combustible, menos emisiones de CO2. Con menos caballos. Conducimos coches con caballos de sobra, espacio de sobra, casi siempre con un solo ocupante.

Un coche utilitario modesto pesa alrededor de 1.200 kgrs. Un coche grande, tipo todoterreno, puede llegar a pesar unos 2.000 kgrs. Arrastrar permanentemente esa chatarra de más, esos 800 kilogramos de más, equivalente al peso de 12 personas, supone un enorme consumo de combustible. Usted quizá pueda permitírselo, pero el planeta no. Yo, en mi última renovación de coche de hace dos años y medio, perdí 230 kgrs. de peso, 10 caballos, y tengo coche suficiente. Y lo noto en el consumo, casi 2 litros menos por cada 100 kms., claro que el de ahora es más moderno y está nuevo.

Por qué una persona, casi siempre hombre (a los hombres los trapos les da igual, pero se pierden por el coche), se compra un coche grande y potente. Hasta que, hace muchos años, me dieron uno de mis primeros cursos de comercial, creía que las cosas las comprábamos por pura necesidad. Pero no, había otras necesidades, otros móviles de compra. Me costó asimilar que también se compraba por orgullo, soberbia, vanidad, en definitiva, por presumir.

Por el bien del planeta, tener un cochazo tendría que ser mal visto. Admiremos a quien tiene un coche pequeño, bonito, ágil para moverse y aparcar en la ciudad. Y mucho más si consume poco combustible, o emplea energías más limpias.

Menos coche es mejor, también para el bolsillo.

© Enero 2016 José Luis Sáez

domingo, 11 de agosto de 2024

Mejor: alquilar por minutos pequeños vehículos eléctricos en algunas ciudades.

En algunas grandes ciudades tenemos a nuestra disposición pequeños coches y motos eléctricos de alquiler sin conductor, por un precio moderado, pues solo se pagan los minutos de circulación del vehículo.

Eso sí, debemos ser titulares del permiso de circulación correspondiente. Y disponer de un teléfono móvil capaz de descargar la aplicación de la compañía, con la que localizaremos el vehículo más próximo, mostrándonos el nivel de carga de su batería y la autonomía. Además, nos permite reservarlo (gratis) durante 10 minutos. Y abrir el vehículo y cerrarlo al final del trayecto.

No hay que pagar seguro ni combustible ni aparcamiento en las vías públicas.

Pueden circular los días de tráfico restringido a causa de la contaminación. Y circular por algunas zonas centrales prohibidas a vehículos con motor de explosión.

Y, si tu casa está dentro de su zona de actuación, nada más seguro para volver por las noches, acabando el trayecto en el mismo portal de tu vivienda.
 
En las páginas webs de las siguientes compañías, que yo conozco en Madrid, hay información sobre precios (por minutos, tarifas planas por horas o por días completos), sobre otros tipos de vehículos (furgonetas, motos, patinetes) y sobre las zonas por donde podemos circular.
 
SARENOW (antes CAR2GO)   https://www.share-now.com.
FREE2MOVE (antes EMOV)   https://www.free2move.com.
ZITY         https://zitycar.es/
GO TO      https://gotoglobal.com/goto-spain/es
                     
En otras ciudades quizá presten este servicio estas u otras compañías. Servicio que deberíamos conocer y probar (a veces ofrecen gratis unos primeros minutos de prueba). Porque, si nos gusta y nos resulta práctica esta modalidad como alternativa al coche particular, estaríamos contribuyendo al éxito de lo que debería ser el futuro ideal en cuanto a movilidad en las grandes ciudades: transporte público y una numerosa flota de pequeños coches y motos eléctricos de alquiler por minutos, que recargaran totalmente, o en gran medida, sus baterías por la noche, en horas valle (de 24:00h a 07:00h) o en horas llano (de 22:00h a 24:00h). 
Pequeños coches eléctricos de alquiler (carsharing) en Madrid (año 2021)

Aunque, obligatoriamente, a final del trayecto hay que aparcar estos coches en las zonas de actuación de cada compañía, se puede circular fuera de zona, con la precaución de que tengan suficiente batería para volver a aparcar dentro de sus respectivas zonas, cuyos límites podemos consultar en el mapa incluido en la web de la compañía. Algunas de dichas compañías ofrecen la posibilidad de parar el vehículo y ponerlo en standby mientras hacemos una gestión o una reunión, esperamos a alguien,  etc., recuperando a continuación el mismo vehículo, pero pagando mucho menos durante el tiempo de standby.

También en Madrid y con operativa similar, tenemos a nuestra disposición pequeñas motocicletas eléctricas de alquiler por minutos, dotadas de casco reglamentario. Se trata de las compañías:

eCooltra     https://www.cooltra.com/
Acciona      https://movilidad.acciona.com/ 
GO TO       https://gotoglobal.com/goto-spain/es 
MOVO       https://movo.me/es/ (proximamente se mudan a Cabify)

Motocicletas eléctricas de alquiler (motosharing) por minutos en Madrid.
 
© Enero 2018 José Luis Sáez (actualizado el 08.08.2021)

Fin